Ecos del plebiscito
En relación con los resultados del reciente plebiscito realizado en Colombia, quiero decir que he tenido que hacer, hasta el día de hoy, un esfuerzo sobrehumano para contener la irresistible tentación que tengo, de compartir mi sentir con todos ustedes, a través de las redes sociales, único medio de comunicación verdaderamente libre que existe en Colombia. Y, aunque he tratado de digerir bien ese resultado, aún no estoy muy seguro, de si ya lo he terminado de digerir bien o, si simplemente, ya no puedo permanecer más tiempo con el pico cerrado.
Lo primero que se me ocurre, es que si entendemos por ‘plebiscito’ el sometimiento a la votación popular de los asuntos críticos de una nación, entonces, también deberíamos someter a plebiscito algunos asuntos críticos, tales como, la verdadera necesidad que tiene el pueblo colombiano de sostener semejante cantidad de congresistas y del sueldo que le cuesta a la nación sus honorables servicios. Y no crean que es resentimiento. Lo dicen algunos medios, como la Revista Semana, bajo el título: ‘mientras los legisladores gringos devengan 10. 4 veces el sueldo mínimo de ese país, nuestros congresistas devengan 42 veces el salario mínimo colombiano’, http://www.semana.com/opinion/articulo/salario-de-congresistas-colombianos-estadounidenses-opinion-cesar-borja/363011-3). Y también, la Revista Dinero bajo el título, ‘El Salario de la Indignación’, http://www.dinero.com/pais/articulo/cuanto-ganan-congresistas-colombia/185849.
Pero lo que muchos no saben, es que las consultas populares, como las encuestas, tienen un delicado talón de Aquiles, que reside en la presunción de la objetividad y la capacidad de juicio de quienes responden a las consultas. Y sucede que esa presunción rara vez es cierta, como lo indican las encuestas, previas al plebiscito, que vaticinaban un arrollador triunfo del SI, en la consulta del domingo. A esa falta de objetividad y conocimiento sobre el tema, que tienen las masas al momento de elegir, se debe precisamente que tengamos tan malos gobernantes, pese a que vivamos dentro de una sociedad aparentemente democrática.
Los políticos saben perfectamente, que la veracidad de las consultas populares presupone, además de la objetividad del consultado, el conocimiento sobre el tema y sus antecedentes. Sin esos dos requisitos básicos, cualquier consulta está a merced de la manipulación de los medios y, los medios −todos lo saben− siempre están al servicio del ‘orden social establecido’, que en nuestro caso, es al servicio de una permanente confrontación.
Pero hay un aspecto más, que inunda hoy de tristeza el corazón de todos los que apoyábamos el SI. Y ese otro aspecto consiste en aceptar –aunque sea a regañadientes− que la democracia no es más que una utopía. La democracia, al igual que el éxito, no es una meta, sino un camino. Eso significa que si trabajamos con fe y perseverancia, quizás algún día podamos estar un poco más cerca del éxito; no en el éxito, propiamente dicho, pero sí, un poco más cerca. Sin embargo, debemos tener presente, que trabajar con fe y perseverancia, no nos libra de tropezar de vez en cuando con el fracaso. No hay garantías. Solo nos queda trabajar con la mirada puesta en el éxito, aunque fracasemos una y otra vez.
Y algo semejante ocurre con la democracia. Si nos educamos para proceder con respeto por las libertades ajenas y procuramos ser cada vez más racionales, al momento de hacer nuestras elecciones, quizás algún día tengamos un sistema social más justo y podamos sentir que estamos, un poco más cerca de la verdadera democracia. No en la democracia, propiamente dicha, pero sí, un poco más cerca de ella. Sin embargo, tampoco se nos puede olvidar que proceder con justicia y respetar las libertades ajenas, no nos libra del riesgo de elegir dictadores o gobernantes corruptos. Tampoco aquí hay garantías. Solo nos queda proceder con respeto por la libertad y ser un poco más conscientes al momento de hacer nuestras elecciones.
Eso lo saben los políticos y por eso inundan los medios con las ‘campañas de desinformación’, que necesitan para generar el caos y pescar en río revuelto. En eso, reside su fuerza, en manipular la información y desinformar a su conveniencia. Pero ese es también el reto más grande de la educación, en cualquier sociedad, buscar y mostrar la verdad; ordenar el pensamiento y señalar el camino.
Bueno, eso explica por qué mucha gente no votó por el SI, pero no explica por qué tanta gente votó por el NO. ¿Y, por qué tanta gente votó por el NO? Seguramente existan muchas razones y no solamente esa que aducen los partidarios del SI, a través de las redes sociales, ´por estúpidos’.
Como educador, siento que una de las principales razones, por las cuales mucha gente votó por el NO, es porque los humanos, como seres sociales que somos, necesitan pertenecer a un grupo. Y no importa a cuál. El ser humano necesita pertenecer, sencillamente porque ‘no pertenecer’, es ‘no existir’. Y no se puede desconocer, que dentro de una colectividad que se vuelca por un solo camino, aunque sea tan noble como la paz en Colombia, el deseo de pertenecer a una colectividad diferente, aunque sea solo por rebeldía, representa una posibilidad seductora, para muchos colombianos, ávidos de pertenecer, que se resisten a no ser más que una estadística.
Por irracional que parezca y dadas las circunstancias de nuestra sociedad, muchos colombianos optan por satisfacer su necesidad de pertenecer, adoptando un credo, un partido político, un club deportivo o una tribu urbana. Y están dispuestos a luchar por su tribu, antes que enfrentar el compromiso de pensar y la soledad que implica la independencia de criterio. Pero aunque no lo parezca, vamos madurando. Ya sabemos que podemos pertenecer. Ahora solo nos resta elegir con más cuidado, ‘exactamente a qué’, queremos pertenecer…